viernes, 14 de octubre de 2011

EL CIELO BLANQUECINO

El cielo de México, en la noche, es como un vaso de leche derramado.
EL cielo en la noche tiene un color blanquecino, y un brillo, que lo hacen diferente.

La luz de la ciudad desde abajo, y el brillo de la luna desde arriba, son captados por millones de partículas en suspensión creando un velo opaco a la vez que brillante.

Duermo, y en medio del sueño abro los ojos… y todo es tan diferente que en ese estado onírico en el que no sé qué hora es, tampoco sé dónde estoy.
Mi sueño, bajo este cielo lácteo, es confuso y a veces incluso inquietante.
Esta mañana me desperté con una pesadez inmensa, como si me hubiera comido todo ese cielo, y cuando quería abrir los ojos no podía y cuando pude, en ese momento en el que aún no sabía si dormía o seguía soñando, veía sólo la mitad. Es decir, que la parte inferior de mi visión era un inmenso vacío y blanco, tan blanco como el cielo en las noches de México.

El otro día soñaba que estaba en un acantilado de mi mar cantábrico con más gente. Había un mar inmenso, bravo como se sabe poner en estas épocas del año. Nos subíamos a una canoa de remos con la intención de atravesar la barra remando en dirección a la Isla de Mouro. Cuando estábamos ya dentro de la canoa, vino una gigantesca ola embrutecida como un dragón de espuma furioso ….y toda ella cayó sobre nosotros empujándonos hacia el fondo, hacia su estómago enfurecido. 
Repentimamente me desperté con la respiración ajetreada, alterada por la apnea y la lucha contra la fuerza de los brazos del dragón,  abrí los ojos ... y ahí estaba el cielo blanquecino cubriéndome como te cubre el océano y con el mareo no sabía por dónde entraba la luz, lo que era arriba o lo que era abajo.

Sentada en el alfeizar de la ventana de mi cuarto mexicano, algunas noches,  fumo un cigarro para convertirme en dragón.  Observo este cielo reflectante y pienso ¿qué habrá después de la leche blanca?. 


2 noches después de la luna llena de Octubre

Estos días, la fuerza de la luna llena ha empujado los millones de partículas…
Es como si se las hubiera absorbido para ganar volumen y mostrarse llena de grandeza, 
y entonces, ha aparecido una estrella: 
sólo una.



lunes, 3 de octubre de 2011

Las busetas


Durante meses, en mi vida bogotana, no existían las busetas. No porque no las hubiera (que las había  a miles), sino porque no hacían parte de mi vida cotidiana ya que vivía, estudiaba y hacía mis prácticas de masaje energético en la misma casa-consulta-escuela de la Fe, en Teusaquillo. Y además, me asustaba montarme en ellas.

Cualquier parte de la ciudad de Bogotá, a una hora cualquiera

Carteles indicativos de las direcciones de las busetas
Ahora, desde que fui a Soacha, una localidad al sur de Bogotá en buseta a dictar mi seminario de Anatomía del Cuerpo Holístico, mi radar inconsciente detecta todas las busetas que van a Soacha, aunque ya no tengo que ir allá para nada.

Hoy he tenido que coger otra buseta, la que ponía  en el cartel K-15 (carrera 15), para ir a la zona donde están todas las tiendas de informática y demás útiles digitales.

Me bajé de la buseta agarrándome fuertemente a la barra vertical mientras me contorneaba con todo el cuerpo para evitar el golpe o la caída debido al brusco frenazo. Me bajé de la buseta, y justo en frente estaba la tienda oficial de Appel y me dije: 
aunque me han dicho que mire en las tiendas no oficiales, 
yo creo que esto es una señal, ahí entro a preguntar.

Entré y le empecé a contar al chico todo el cuento por el que hace más de un  mes y medio que no me funcionaba la tecla del play de mi Ipot. Total, que aún no había acabado de contarle todos los detalles del cuento cuando me dice ese mismo chico:

“¡Listo!”
¿Listo?
“Sí lo he reseteado y ya funciona perfectamente la tecla del play”
¡Ay señor, que yo estaba toda triste porque me imaginaba la muerte total de  mi  Ipot! 
¿seguro que ya está listo en menos de 1 minuto?
“Sí”
¿Cuánto le debo?
“Nada”
¿Nada?
“Sí, nada”
Ay señor, que Dios se lo pague con una buena novia.

Desde esta mañana detecto 2 busetas: las de Soacha, y las de la K-15.

Bogotá anocheciendo